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Entrevista a José Manuel Navia

El pasado fin de semana tuvimos el privilegio de vivir un taller único con el gran fotógrafo José Manuel Navia. Organizado por Blackkamera en el maravilloso enclave de las antiguas escuelas de Llanteno-Aiara (Alava), cerca de una veintena de alumnos y alumnas, entre los que me incluyo, disfrutamos de sus reflexiones, de un discurso coherente y de su trabajo, que tan generosamente nos mostró.

La periodista y fotógrafa, asistente al taller, María Pastor aprovechó la ocasión para hacerle una entrevista en la que hablan de su último trabajo, «Miguel de Cervantes o el deseo de vivir», de sus inicios y de la situación fotográfica actual.

Redacción de la entrevista: Maria Pastor y Janire Sainz ( Periodista y alumnas de Blackkamera ).

Argazkiak/Fotografías: Sergio Monedero. ( Alumno de Blackkamera )

“La experiencia de vivir el oficio es insustituible”

_dsc8422Más de 45 años en el mundo de la imagen, amante de la literatura, del color, de la península ibérica y de lo que hace. Son características que describen al veterano fotógrafo José Manuel Navia. Desde sus inicios en el mundo de la fotografía, su esencia se ha plasmado en cada trabajo, transmitiendo así sus valores y talento a los lectores. En las antiguas escuelas de la localidad alavesa de Llanteno, rodeados de naturaleza y de la tranquilidad que ésta ofrece, repasamos su trayectoria, la situación de la fotografía y su último trabajo.

Estudiaste filosofía, ¿cuándo viste claro que te ibas a dedicar a la fotografía?

Fue un poco inverso, yo ya me pagué los estudios siendo fotógrafo. Empecé a fotografiar siendo muy jovencillo: vengo de una familia relativamente humilde, pero no pobre, que en casa no pasábamos hambre pero no sobraba el dinero, y me dejaron muy claro desde chaval que a mi me podían pagar los estudios hasta el bachillerato; y que si quería seguir me tenía que buscar la vida. Entonces ya con 12 años me interesé por la fotografía como muchos chavales. Nos enganchó la fotografía por el cuarto oscuro, no había nada ni filosófico ni esas cosas. Para cualquier chaval que asista por primera vez a ese fenómeno, un poco arcaico, es maravilloso ver aparecer en el laboratorio una fotografía en la cubeta del revelador. Eso te atrapa como una droga, vaya. Y por ahí empecé.

Me regalaron en casa un curso por correspondencia. A mi los libros no me apetecían mucho para estudiar fotografía, pero, en cambio, me fascinaba el laboratorio. Era el típico curso donde venía la ampliadora y todos los achiperres para revelar las imágenes.

En esa época, todo eso era un juego, pero enseguida descubrí al llegar a los 14 que era una manera de ligar como otra cualquiera. Para los que no éramos unos tipazos despampanantes era divertido: hacías fotos a las chicas y después las invitabas al cuarto oscuro donde tu madre no podía entrar porque sino se revelaban las fotos. Luego, salías de ahí con una foto y siempre decía: “oye, habéis tardado mucho para solo una foto…”, (ríe).

Para mí la fotografía era un poco adolescente al principio, algo de juego y algo de alquimia también. Con el tiempo ya cobró otra dimensión, pero yo no pensaba en ello hasta que no acabé la carrera de filosofía. Con 22 o 23 años no tuve claro que la fotografía iba a ser algo tan importante que iba a dedicar prácticamente mi vida entera.

_dsc8299¿Qué fotógrafo o fotógrafa te inspiró a empezar?

Digamos que hay un primer autor, Paul Strand y su libro “60 años de fotografía”. Lo adquirí sin saber bien lo que compraba; en esa época, que es un poco el pleistoceno medio, la fotografía en España estaba muy verde. Para la mayoría de gente, estudiar fotografía era estudiar técnica, y los libros que comprabas eran aquellos de: “Aprende fotografía”, “Revelo mis fotos” y cosas técnicas. El fotógrafo neoyorquino Paul Strand fue para mí una revelación. Yo acababa de terminar la carrera y estaba muy interesado en el tema del lenguaje de la imagen y de repente se me unió todo; y comprendí que la fotografía es un lenguaje en si misma.

Me da un poco de vergüenza recordarlo, pero con 19 años publiqué un pequeño manual para utilizar la fotografía en la escuela, llamado “Hacer fotos: un lenguaje”. Por aquel entonces yo trabajaba mucho en el tema de la fotografía relacionada con la educación en una editorial de libros de la enseñanza. Estuve hasta los 30 y de ahí ya no tuve una nómina en mi vida.

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Antes eran muy comunes las escuelas que se centraban en impartir técnica y se olvidaban de los autores. ¿Piensas que esa tradición continúa?

Yo creo que cada vez menos. Incluso los que hacen eso, se dan cuenta que no lo están haciendo bien. En los últimos años ha habido una regresión a la técnica con el tema digital. Ahora, hay que aprender una técnica nueva. Existe una obsesión por el photoshop, por toquetear todo, o como yo lo llamo, con cierta maldad, «neopictorialismo». Desde que se inventó la fotografía siempre se ha debatido entre esos dos ámbitos: una época puramente fotográfica y el siguiente paso; cuando ha querido ser arte. Entonces es cuando logra ser reconocida como tal, pero renuncia a ser fotografía. Siempre estamos en eso.

Hace unos meses salieron a la luz unas fotos que estaban manipuladas del reconocido fotógrafo de viajes, Steve McCurry. ¿Qué opinión te despierta? ¿Dónde está la ‘verdadera’ fotografía?

(Se ríe) No hay más mentira que la fotografía. Yo creo que habría que hablar sobre la veracidad y la honestidad. Esta última nunca puede estar en la fotografía porque no es un ser pensante, el problema es la honestidad del autor. Es él el que tiene que decir hasta dónde has llegado y mientras no se mienta, vale todo. Lo que no vale es decir que ese niño que está ahí caído está muerto y lo que esta es dormido. Ahora bien, si se aclara que esa fotografía está preparada no hay problema. La honestidad está en el autor.

En el caso de Steve McCurry me da un poco de pena. Es un tipo estupendo, trabajador y es triste que haya caído en esa ingenuidad, porque los trucos que ha utilizado han sido muy ingenuos. Yo trabajo con dos mujeres, y siempre les digo que si yo empiezo a chochear así me quiten las cámaras y no me dejen hacer el ridículo en público. Porque es una pena.

Además, con este acto, ha abierto una puerta para que cualquiera que vea una foto suya dude de si está retocada o no…

Siempre se han podido trucar las fotografías. Hay una muy famosa de Stalin que aparece rodeado de todos: Trotsky, Bakunin… Según los iban matando, los iban borrando de la foto. Y al final queda él solo en el estrado, y eran seis. Claro, para hacer eso en los años 40 había que tener un equipo de diez retocadores trabajando quince días a destajo y ahora lo hace un estudiante de primero con el photoshop. Como es más sencillo, es más fácil trucar. La fotografía siempre ha mentido desde que se inventó.

Hoy en día, cada segundo se realizan millones de fotografías y se comparten en la red para que el mundo las vea.

Hay un empacho, una inflación de todo. De hecho, ¿de qué no hay ahora saturación? Como la hubo de pisos, chalets, y así fuimos a la ruina; y de política ni te cuento. Ahora hay mucho de todo. Yo me río mucho con la gente joven, que son muy ecologistas. Siempre les contesto que la primera ecología que habría que hacer sería la fotográfica. Evidentemente, hay una saturación, inflación de imágenes. Pero no pasa nada. Es el signo de los tiempos. Yo creo que somos muy dados a sacar conclusiones demasiado maximalistas. La gente joven funciona de otra manera. Y la tecnología está ahí para quedarse. Hay un cambio de valores que no es ni bueno ni malo, eso sí, dependiendo de cómo se use. A mi me ayuda mucho a entender esto compararlo con el lenguaje verbal: Todo el mundo sale del colegio sabiendo leer y escribir, pero no todos son escritores.

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¿Esta sociedad debería estar más culturizada en fotografía?

Es ese el problema. La diferencia es que en el colegio se enseña a leer y escribir pero nadie enseña imagen. No solo fotografía, sino imagen en general. El lenguaje de ésta es uno, vale para la pintura, la fotografía y para el arte. Nadie lo enseña y eso es una faena. Yo creo que la fotografía, y cito a Joan Fontcuberta, no va a morir, simplemente pienso que la fotografía tal y como la entendemos va a ser más minoritaria. ¿Por qué? Está dejando de ocupar un papel que ha sido fundamental en la historia de la fotografía, su lugar en los medios de comunicación.

Has sido pionero del color en España: mientras los fotógrafos más influyentes se dedicaban al blanco y negro en los 80, tú optaste por ser el, como ellos te llamaban, ‘moderno’ y centrarte en el color. ¿Resultó difícil para ti mostrar tus proyectos/ darse a conocer en un momento en el que el color estaba apartado?

Parecía que si querías significarte como autor y presentabas un trabajo en color tenías que demostrar que era bueno. Tiene que tener una calidad. Ese mismo trabajo lo pones en blanco y negro el que lo ve decía: ‘Oye, a este le debe gustar la fotografía’.

Entonces, ¿por qué han estado y siguen estando tan de moda las de ByN?

Es un tema cultural. Durante muchos años se ha hecho mucho en blanco y negro, ya que es muy hermoso y sintético. Esto sería como elegir entre el dibujo y la pintura, ¿que bobada no? Los dos son necesarios. En mi biblioteca de casa el 90% de los libros son en blanco y negro. Además, yo he aprendido más en este estilo. Pero para mi el color era un reto, me di cuenta de que si me dedicaba al blanco y negro iba a acabar imitando a los que admiraba. En cambio, si hacía color, es no podía pasar.

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Tus fotografías cuentan historias más allá de la literatura. Por supuesto, para alguien como tú tendrá más fuerza la imagen que las palabras, pero, ¿consideras más fácil o más difícil convencer al público solo con una fotografía?

Yo creo que la fotografía tiene que tener la capacidad de transmitir por sí misma, si necesita un texto me interesa menos. Me ocurre mucho con muchos proyectos actuales que se llaman fotografía conceptual, como si lo que se hacía antes no tuviera concepto. Hay un tipo de fotografía que puede ser muy anodina; pero al lado tiene una explicación de 20 o 30 líneas. A mí lo que me fascina es ver una imagen y sin necesidad de nada más que mi cabeza se active, empezar a pensar o empezar a soñar. Así es como lo vivo yo.

Me parece que la imagen y el texto no deben ilustrarse el uno al otro. Lo interesante es que corran en paralelo, es decir, que cada uno respete su propio lenguaje y cuente su propia historia, pero que a la vez los dos estén contando la misma historia desde dos lenguajes distintos.

El escritor catalán Jordi Soler escribió un texto muy bonito de una exposición mía en Barcelona. Él usó un término que me gustó mucho: contaminación. Decía que tenía la sensación de que en mis fotos las palabras contaminaban la imagen y la imagen contaminaba la palabra. Me sentí muy cómodo. Por una vez la contaminación puede ser buena (ríe).

¿Qué es una buena fotografía para ti?

Lo primero y fundamental me tiene que activar la cabeza, tiene que hacerme sentir algo que yo no esperaba. Aunque sea en una pequeña dosis, trascenderme a mí mismo, llevarme más allá. Casi siempre ocurre que las imágenes que logran eso, formalmente, son bastante sencillas. Me atrevería a decir que un alto porcentaje de las grandes imágenes de la historia de la fotografía son así. Pongo el ejemplo, que es el extremo para mí, de la imagen del tenedor de André Kertész. No tiene nada y es increíble la de cosas que puede hacernos sentir ese tenedor. Eso es una gran fotografía.

Contar lo más sencillo es lo más complicado. Si utilizas un lenguaje más ampuloso, parece más importante. Pero eso no es lo bueno.

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Se dice que ahora la empatía, la humildad no se trabaja en la sociedad.

Hay de todo. Todo esto ha cambiado muy rápido. Si algo me atraía de la fotografía y sobre todo de mi origen es que estaba muy ligado al fotoperiodismo. Yo haciendo el puro fotoperiodismo he estado dos años de mi vida, no más; pero siempre me ha gustado hacer un tipo de fotografía que tuviera sitio en los medios: reportajes un poco literarios.

Lo bonito de ese tipo de fotografía era precisamente esa parte más humilde. Bastaba con que tu nombre apareciera en pequeñito al lado del nombre del escritor y ya está. Pero el trabajo lo admiraban millones de personas. Además, era un tipo de trabajo donde, con pocas imágenes tenías que contar muy bien las cosas. Sin embargo, todo esto ha cambiado. Una de las principales salidas de cualquier fotógrafo joven que empieza, y lo digo con una cierta ironía, es ser artista. Ahora hay que ser artista.

Hace unos años escribí un artículo para una revista de literatura, ‘Litoral’, sobre mi visión de la fotografía, y señalé una canción muy setentera de Concha Velasco: “Mamá, quiero ser artista, mamá, ser protagonista”. Al final, hay una serie de pensadores franceses que anunciaron la famosa sociedad del espectáculo, y estamos en ella de cabeza.

Nos has regalado muchísimas fotografías a lo largo de tu trayectoria profesional. Cuéntanos cómo comienza una de tus jornadas en un lugar que no conoces.

Si es la primera jornada, desesperado, arrepentido, diciendo: “soy un imbécil, lo he vuelto a hacer, quien me ha mandado…”. Pero después, en cuanto arrancas, ya estás pensando en el siguiente. Es una cosa un poco esquizofrénica. Yo creo que los fotógrafos, escritores, periodistas… somos un poco así. Tenemos un trabajo que visto desde lejos es maravilloso, pero cuando lo analizas en detalle tienes momentos durísimos: de soledad, de dudas constantes.

¿Y cómo llevas la soledad?

Yo la llevo muy bien. Me gusta mucho. Para mi sería uno de los grandes regalos que me ha hecho la fotografía. Aprender a estar solo y a disfrutar de ella. Hay un fotógrafo francés que admiro mucho, Raymond Depardon, tanto o más de su fotografía como de su proceso reflexivo, que dice que el fotógrafo tiene que amar la soledad; si no es capaz no va a ser nunca un buen fotógrafo.

Miguel de Cervantes o el deseo de vivir ¿Cómo surgió la idea de hacer este recorrido?

Viene de muy largo. A mí no me interesa el mundo de los poderosos, ni de los ricos y ni de los famosos; tengo la mayor riqueza que es hacer lo que me da la gana, la libertad. Yo no soy nada futbolero, pero el fútbol me da un montón de ejemplos para la vida, de hecho, la sintetiza. Recuerdo gratamente que el entrenador Javier Clemente, cuando le preguntaban cómo iba a alinear el equipo, siempre decía: “A Zubi y a 10 más”. Eso es Cervantes. Esta Miguel de Cervantes y los demás. Y además, de ese nivel hay dos, que coinciden hasta en la fecha: Shakespeare y Cervantes.

A mi me interesa ese mundo de la gente sin historia, como es el caso de El Quijote.

Luego además, por todos estos intereses míos, alrededor del año del 2003 una editorial de Barcelona me propuso hacer un libro sobre los territorios Don Quijote para el IV centenario del primer libro, que se celebraba en 2005. Me metí a fondo con este tema, ya que me di cuenta que la fecha importante se iba a dar en el año 2015/2016 porque se juntaba el IV centenario de la segunda parte de El Quijote y la muerte de Cervantes. Tanto me he ido fascinando con el tema, que desde el año 2009 vivimos en un pueblo manchego de Toledo, completamente cervantino.

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¿Qué ha supuesto realizar este homenaje para ti?

Me gusta que utilices la palabra homenaje porque yo la utilizo mucho. Es un homenaje fascinado por mi parte. Ha sido muy bonito. Al final, todo cobra sentido. Cervantes se movía por el mundo que a mi me interesa. Dicho al revés, yo me muevo por el mundo que a Cervantes le interesaba. ¿Qué temas le interesaban? el mundo del sur, del mediterráneo; le tocó una época en su vida donde España y Portugal estaban unidos, con lo cual la península ibérica es toda una unidad.

El hecho es que Cervantes se movía por un mundo fascinante, que es el sur del mediterráneo. Era un tipo que viajó mucho para su época; recorrió el sur de Italia, fue a la batalla de Lepanto en Grecia, le apresaron y se tiró cinco años en Argel… Es decir, que estuvo por unos lugares en lo que a mí me gusta trabajar. Y gracias a esto, me permitía hacer un proyecto que tenía que ver con mi trabajo anterior, el cual era muy personal, ‘Nostos’.

Me resulta muy fácil hacer mío el mundo de Cervantes. Aparentemente ha cambiado mucho pero en el fondo no lo ha hecho tanto. Porque lo que cambia es el aspecto de las cosas, pero las personas no lo hacen; de Homero para acá no hemos cambiado nada. Si echamos para atrás, el pobre Cervantes que iba de soldado raso se encuentra en una guerra contra el islam; y es que seguimos igual. La base se repite porque las cosas no son fáciles de cambiar. La vida siempre es complicada porque hay intereses. Así somos los humanos.

¿Con qué te quedas de este trabajo?

Me quedo con la experiencia en sí, y, sobre todo, que como fotógrafo es muy importante haber estado dos años dedicado en cuerpo y alma a este tema. Dos años desaparecido del mundo, prácticamente un año viajando y otro con los preparativos, la edición y la redacción del texto; que para mí son muy importantes. Gracias a ello he vuelto a leer un montón de cosas sobre Cervantes para sumergirme en la historia. Es un regalo que me ha dado la fotografía, es decir, este proyecto me ha dado la oportunidad de meterme a fondo en un tema y no picotear en otros, aunque luego lo que sea capaz de sacar de ahí sea un pálido reflejo.

Para mi es eso la fotografía, la experiencia de vivir el oficio. En definitiva, la idea de vivir del oficio es insustituible.

¿Qué les dirías a los que están empezando en el mundo de la fotografía?

Que valore el acto fotográfico y el trabajo por encima de todo; que no se preocupe de tener un nombre, ni de un estilo, ni de exponer muy rápido y no tener un fotolibro que ahora todos lo tienen. Yo empecé a vivir de la fotografía con 18 años y publiqué mi primer libro con 42. Es lo mejor que me ha podido pasar en la vida.

Ahora todo va muy deprisa y entiendo que sea así, pero un poco de calma que nos vamos a morir.

Me parece una buena norma para cualquier fotógrafo o fotógrafa que quiera empezar este dicho: “Más vale un mal camino que una buena posada”. Todo está en él. Disfrutemos del camino, como nos enseñó Homero y más tarde Cervantes, con las aventuras que están en él. Cuando llegas al final, ya no hay nada. La vida es el viaje.

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