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Letras y Fotografía # 80 Dorothea Lange

DOROTHEA LANGE (1895-1965)

Por Marisa Azcune
Alumna del Curso Avanzado de Fotografía Blackkamera

“Te cuelgas la cámara al cuello, así como te calzas los zapatos, y ahí está, un accesorio del cuerpo que comparte la vida contigo. La cámara es un instrumento que enseña a la gente cómo ver sin la cámara”.

Fotógrafa norteamericana de principios del S.XX, y una de las iniciadoras del documentalismo social; su sensibilidad y por consiguiente su trabajo se ve muy influido por la catastrófica situación a la que sucesivas crisis que tuvieron lugar en EEUU en esos años abocan a la gente corriente de su país. Supone el paso de la imagen como se entendía hasta entonces, como testimonio, a la imagen como un instrumento más comprometido de cambio social. En sus fotos retrata con gran empatía a pobres y marginados, especialmente campesinos, familias desplazadas e inmigrantes, mostrando la pobreza rural y la explotación a la que son sometidos. También se fija y documenta la desesperanza de los desempleados de las ciudades y posteriormente, la tristeza e indefensión de los americano-japoneses internados en campamentos durante la guerra. Como fotoperiodista y como representante de la tendencia humanista, aborda su trabajo fijándose en el individuo, en la gente inocente, que es quien en definitiva sufre las consecuencias de los grandes errores que la sociedad y sobre todo sus gobernantes cometen.

Me atrae la manera en que refleja el aislamiento en el que se halla el individuo enfrentado a sus problemas: la mirada perdida en el infinito de la madre emigrante o el trabajador en el paro en la fila del pan con su café y completamente absorto en sí mismo, ajeno a todo lo que le rodea. Pero incluso en muchas de las fotografías que retratan grupos, hay como una sensación de pérdida, de ausencia. Miradas ausentes que parecen no estar ahí.

En sus fotografías huye de la sensiblería; refleja la dura situación por la que estaban pasando las personas que retrataba, pero sin hacerles perder su dignidad: las miradas de la mujer y la de los desempleados, muy a menudo directamente a cámara, tienen una gran fuerza.

Tras sus estudios de fotografía en Nueva York y diversos viajes por el mundo, vuelve a San Francisco en 1919, donde abre un estudio. Hace sobre todo retratos a gente acomodada, pero con la Depresión del 29, cambia su interés, coge su cámara y documenta la coyuntura social.
A las consecuencias de la depresión, hay que añadir también la mecanización del campo y una sequía persistente que dejó los campos arrasados. Sus trabajos sobre desempleados e inmigrantes llaman la atención, y pronto es contratada por la FSA (Farm Security Administration), institución de ayuda a los inmigrantes, que se ocupaba de la creación de campamentos agrícolas, así como de la apertura de oficinas de contratación. Su trabajo era mostrar, mediante sus fotografías, la trágica condición de los campesinos en los campamentos y así poder convencer a los políticos de la necesidad de ayudas y de legislar la situación.

En este ambicioso proyecto de documentación fotográfica de la América profunda participaron bastantes fotógrafos, varios de los cuales se convirtieron en los mejores de su tiempo, entre ellos, además de Dorothea Lange, Walter Evans, Ben Shahn y Gordon Parks. Estos fotógrafos, a diferencia de anteriores, quieren sensibilizar a la gente y a los poderes públicos para poner remedio a una situación injusta, lo que los dota de una nueva dimensión que trasciende lo artístico.

A la tarea encomendada, Dorothea añadió su propia mirada. Al hacer sus fotografías, más que buscar a los trabajadores en su entorno de trabajo, se centra en los momentos en que están realizando faenas cotidianas y en sus familias; les retrataba a la hora del descanso, cuando se reunían, y fotografiaba a los niños, mujeres y ancianos, solos o en grupos.

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Resettled Farm Child, New Mexico, Dust Bowl, 1935

En 1935 se traslada a California y, junto con su segundo marido, con quien compartía el interés por los asuntos sociales, realiza un documental sobre la pobreza rural y la explotación de los cultivadores y trabajadores inmigrantes. Él, uno de los especialistas más destacados en el campo de los estudios migratorios entre México y Estados Unidos, hacía las entrevistas, y en su calidad de economista rural recogía la información económica; y ella tomaba las fotos que exponían la situación. Esta síntesis de palabra e imagen fue muy fructífera durante los más de cinco años que duró su trabajo para la FSA. Las imágenes fueron reunidas en el libro “An American exodus: a record of human erosion”, El éxodo americano: un documento sobre el deterioro humano”, 1939, que publicó en colaboración con su marido, P.S. Taylor.

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Migrant mother. Nipomo, California (1936)

Es su fotografía más reconocida, una foto emblemática que tomó en una de las granjas de la FSA que visitó. Es la mejor de una serie de cinco fotografías que Dorothea hizo a la madre y a sus hijos. Quizás lo que la diferencia de las otras es que los niños están mirando hacia atrás, no se les ve la cara. Esta posición impacta más y hace que nos centremos en la expresión y en la mirada de la madre, pero a la vez nos muestra, a través de los niños, su contexto familiar, haciendo que nos podamos imaginar, aunque no las veamos, unas caritas tristes y sucias en unos niños hambrientos. Su postura, inclinados sobre la madre, da a entender que no querían salir en la foto; es como si se avergonzaran de su situación. Esta composición llega más al público, nos toca más que si viéramos a los niños de frente.

Dentro de esa época, aunque de otro estilo por la ausencia de la figura humana está la “Granja de algodón abandonada de Tejas” de 1938.

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Esta imagen, en su simplicidad, me resulta un poco hipnótica. Las líneas, que no dirigen la mirada hacia la casa, sino hacia el exterior; quizás haciendo alusión al abandono y la huida de los granjeros de su hogar. La casa al fondo, solitaria y abandonada redundando en lo mismo; sus inquilinos han partido hacia el oeste, buscando tierras más fértiles y dejando su vida atrás. Toda esta serie de fotografías bien podrían bien ilustrar la famosa novela de John Steinbeck, “Las Uvas de la Ira”, llevada después al cine por John Ford. En ella, el autor describe los campos desertizados, las tormentas de polvo que ahogan la pequeña agricultura y el éxodo de una familia desde Oklahoma hacia California en busca de un sueño que no encontrarán.

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Familia caminando, junio 1938.

En esta fotografía, una familia con sus hijos camina en la carretera en dirección a Pittsburg Oklahoma. La composición me resulta muy atractiva, con unos pesos visuales muy compensados unas fugas que acentúan las largas distancias recorridas por los granjeros y, sobre todo, con una gran humanidad y empatía en su mirada. Esta foto es representativa de una gran cantidad de fotos que realizó en la carretera; casi todas de familias enteras en su desplazamiento al oeste, muchos andando y otros en camiones desvencijados.

Otra foto que me impacta es la del desempleado en la cola del pan. Es una imagen potente la del hombre, rodeado y enmarcado por una masa de individuos, ajeno a todos ellos e inmerso en sus propios pensamientos. No se le pueden ver los ojos, pero al igual que los niños en la foto de la Madre Migrante, nos llega más lo que no se ve que lo que es evidente. Me imagino una mirada vacía y perdida en el horizonte, desesperanza y aislamiento, que sólo encuentra un poco de confort en ese café. Completa soledad e inacción, frente al resto de los hombres que parecen tener algo en común, ya que dan la impresión de estar prestando atención a algo que se nos escapa.

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La cola del pan de White Angel, San Francisco, 1933

La Gran Depresión deja un saldo de trece millones de parados que llenan las calles. Esta foto refleja una vez más la soledad y desánimo de los desempleados, inertes, sin voluntad para nada, excepto para ponerse a las largas colas del paro.

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En 1941Dorothea Lange recibió el premio Guggenheim Fellowship por la excelencia de su fotografía.

Con el ataque a Pearl Harbour, cambió su foco de interés y documentó el internamiento de familias de ascendencia japonesa durante la II Guerra Mundial. Estos campos alojaron desde 1942 a 1948 unas 120.000 personas que fueron obligadas a abandonar sus casas, dejar su trabajo y cerrar sus negocios, quedándose sin nada, ya que las casas fueron asignadas a otras personas.

El trabajo lo realizó por encargo de la Oficina de Información de Guerra de Estados Unidos, que quería mostrar que los internados eran tratados de forma humanitaria. Sin embargo, a pesar de que el encargo tenía una cierta intención propagandística, fue muy crítica al reflejar la situación, mostrando familias normales, niños y adolescentes, que no suponían ningún peligro, hacinados en los campamentos. Puso así de manifiesto la política racista del gobierno, lo que provocó que el ejército se incautara de las fotografías. Éstas permanecieron ocultas al gran público durante muchos años, hasta 1972, cuando se publicaron y pudieron por fin ser valoradas por la gente.

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Aunque estas fotos no son tan conocidas, y personalmente creo que no alcanzan el nivel de empatía y belleza de las de la FSA, configuraron también un reportaje contundente de las condiciones de los campos de internamiento en los que, tanto inmigrantes como ciudadanos americanos de ascendencia japonesa, fueron confinados. Refleja lo absurdo de la situación, ya que la mayoría de ellos eran ciudadanos americanos- de hecho, dos tercios de ellos habían nacido en EEUU- familias americanas trabajadoras, con sus casas y negocios, en definitiva, patriotas.

“La jura de la bandera”, de abril 1942, muestra este contrasentido: unos niños americanos, muchos de ellos de origen japonés, mostrando su patriotismo y prestando el juramento a la bandera y prometiendo respetar la constitución; sin embargo, fueron después encerrados tras unas alambradas. Tiene varias fotos con niños jurando la bandera de los EEUU: Lo que llama la atención de este reportaje es que, de nuevo, son fotografías de familias en actividades “cotidianas”, de gente “corriente”, nada que ver con la amenaza que el gobierno decía que quería contrarrestar con esa medida.

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El expresidente americano Ronald Reagan calificó la actuación del gobierno para con estos americanos como “una política motivada por prejuicios raciales, histeria en tiempos de guerra y un fracaso del liderazgo político» y más de 100.000 personas que sufrieron esta situación fueron compensadas económicamente. Sin embargo, poco parecen haber aprendido ya que algunos colaboradores del actual presidente Donald Trump se refieren a este episodio como un precedente y justificación de la elaboración de un registro de inmigrantes procedentes de países con extremistas, lo que podría afectar a los ciudadanos americanos musulmanes.

CONCLUSIÓN

En sus trabajos mostró una fuerte personalidad y sus parejas siempre fueron “compañeros de trabajo y de viaje”. Con el primero, el muralista Maynard Dixon, recorrió el sur del país, poniéndose en contacto por primera vez con la fotografía documental; el pintaba los paisajes del oeste y ella fotografiaba. El segundo, ya en otra fase de su vida más concienciada socialmente, colaboró con ella en los trabajos que le encargó la FSA; él escribía los reportajes y ella fotografiaba la realidad de esos reportajes. Quizás el esfuerzo que tuvo que hacer para vencer las dificultades que sus problemas de salud le causaron al principio de su vida la hicieron fuerte y segura de sí misma, acentuando su independencia y autodisciplina. Pero también, su situación personal desarrolló en ella una empatía hacia los que sufren que se ve en todo su trabajo.

Dorothea se consideraba más una reportera que una fotógrafa. Utilizaba su habilidad con la cámara para mostrar las injusticias que ella quería resaltar, denunciarlas y conseguir mejorar la situación de la gente; lo que hoy en día llamaríamos una activista. Fue la testigo que capturó el instante único. “Dorothea Lange. La fotografía como testigo incuestionable” es el título de una de sus exposiciones (Buenos Aires, julio 2019).

Su talento y visión crítica son fundamentales para comprender una etapa de EEUU, la primera mitad del siglo XX, que abarcó una serie de acontecimientos como la hambruna producida por la desertización de los campos del medio oeste y el subsiguiente desplazamiento de emigrantes hacia el oeste, la crisis del 29 y la desesperación de los miles de trabajadores parados, el ataque de Pearl Harbour con la entrada de EEUU en la segunda guerra mundial y la forma en que ésta afectó a los ciudadanos de origen japonés. Todos estos acontecimientos, en su mayoría causados por la mano del hombre, los muestra a través de como afectaron a la gente corriente, a las familias, y muy presentes siempre, a los niños.

Al igual que Robert Frank, pero treinta años antes, huye del estereotipo del sueño americano y se enfrenta a una América que quiere preservar este sueño. Ambos buscan la humanidad del momento, como decía R Frank. Pero lo hacen de una forma distinta, D Lange busca el instante único mientras que R Frank presta más atención a esos momentos in-between, aparentemente menos importantes pero que precisamente por eso hablan más de la vida interior de los personajes. Por edad, Lange se centra en los años 30 y 40, y Frank refleja la sociedad de la postguerra y el contraste entre el optimismo de los años 1950 y la realidad de las diferencias raciales y de clases en la sociedad estadounidense.

Dorothea Lange fue capaz de encontrar belleza en los lugares más miserables, no sólo en el aspecto técnico, sino por cómo fotografiaba a la gente, con una mirada que transcendía lo aparente y entraba en el alma de los fotografiados.

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