Extractado y traducido por Leire Etxazarra (Alumna de Blackkamera)
MARTIN PARR: Conozco a Bruce desde 1986. Yo estaba en el Photo Festival de Houston, había una parte dedicada a fotógrafos británicos y el señor Gilden andaba por allí. Nos encontramos y enseguida nos caímos bien. Somos amigos desde entonces.
BRUCE GILDEN: Eso es lo que él dice (RISAS).
PARR: Tenemos dos cosas en común. Ambos somos fotógrafos y amamos la fotografía; y la segunda es que odiamos las chorradas que rodean la fotografía y el mundo en la que vivimos. En Magnum solemos sentarnos detrás, nos reímos y nos preguntamos cómo esta gente puede tomarse ésto tan en serio. Ahora resulta difícil seguir haciéndolo porque yo soy el presidente y tengo que sentarme frente a todo el mundo aguantando las chorradas que no me gustan y aguantándome a mí mismo.
PARR: ¿Cómo seleccionas a quién fotografiar?
GILDEN: Por intuición.
PARR: Bien, pero ¿qué es lo que ves en una cara que te impulsa a sacar una foto?
GILDEN: Hay algo en los ojos, algo que ves, que grita una historia… Es algo que siento. Camino, camino y camino, y miro, miro y miro. Están los fotografiables, los que podrían ser una buena foto, y luego están los ‘killers’ (los que son geniales, brutales). Busco a los ‘killers’, que son muy difíciles de encontrar. Con el ‘killer’ sé que va a salir una gran foto. Creo que mi gusto es bastante fiable.
PARR: Mucha gente dice que tus fotos son difíciles de digerir, que son controvertidas. ¿Qué piensas de esa gente? ¿Crees que no entienden tus fotos?
GILDEN: No es que crea que no las entienden, es que estoy seguro de ello. La cosa va así: mis fotos son parte de mí, yo me fotografío a mí mismo. Tuve una infancia muy dura, en la que no voy a entrar ahora. Probablemente fue más dura que la de los chavales del gueto. Por eso la fotografía es una especia de catarsis para mí, una purificación interior. Así que la gente que está sentada todo el día frente a su escritorio y que dice poder criticar mis fotos en realidad no puede hacerlo porque no han viajado por el mundo como yo, no han viajado a mi interior.
Koudelka decía “tú no caminas en mis zapatos”. En este caso, creo que hay mucha gente que dice eso de mis fotos porque les preocupan cosas equivocadas en el mundo. Quiero decir que… venga, hombre, si tú te preocupas de verdad por el mundo miras a esta gente (…). Creo que esta gente tiene que salir al mundo.
Mi primera idea fue fotografiar a esa gente que dejamos atrás porque, no todas, pero muchas de las personas que fotografío son personas que se han quedado atrás, son invisibles. ¿Tú miras realmente a alguien cuando vas por la calle? Si trabajas en el distrito financiero, ¿te acercas alguna vez al gueto? ¿Sabes cómo es esa gente? No, tienes demasiado miedo, no es tu asunto. Yo voy a esos sitios y me siento cómodo. No soy estúpido. Me llevo bien con ellos porque soy su hermano. Estuve metido en drogas y casi me muero por ello.
PARR: ¿Entonces eres un humanista?
GILDEN: No, no lo soy (categórico).
PARR: Ah, vale (RISAS). Vayamos atrás en el tiempo. ¿Qué te hizo hacerte fotógrafo? ¿Un libro, conocer a alguien? ¿Cómo pasó?
GILDEN: No me acuerdo (RISAS). No era un buen estudiante, sólo quería hacer deporte, era un buen atleta. Antes de entrar en la universidad empecé a leer mucho para mejorar mi educación. Empecé a ir a museos para ver pintura. No me presenté a los exámenes finales y me apunté a clases de interpretación y de fotografía, las dos cosas a la vez. La fotografía estaba entonces de moda, por eso me apunté. Y me atrapó.
Empecé a mirar el trabajo de otras personas, aunque nuestro profesor nos decía que no lo hiciéramos. Yo no acostumbro a hacer mucho caso a la gente. Nos decía “no miréis fotos de otros y así desarrollaréis vuestro propio estilo”. Miré el trabajo de Lisette Model y otros, pero enseguida me convertí en lo que soy ahora. Y eso es lo importante. Yo puedo contaros lo que hago, Martin puede contaros lo que hace, pero mis fotos serán mis fotos, las fotos de Martin serás sus fotos y vuestras fotos serán vuestras.
PARR: Hay un par de videos en Youtube en los que se te ve fotografiar en la calle y son bastante sorprendentes. Es teatro, lo que te gusta. Tienes enfrentamientos con la gente y durante años has tenido encontronazos porque te acercas un montón.
GILDEN: No estoy de acuerdo contigo, Martin. Creo que para todo lo que he fotografiado he tenido pocos encontronazos porque leo a la gente bastante bien.
PARR: Cuando dices que lees a la gente dices que sabes cómo van a reaccionar. En esta habitación hay unas 50 personas y puede que 5 de ellas sean alérgicas a que les hagan fotos, que te agredan si les pones la cámara delante, y tú dices poder reconocerlas.
GILDEN: No siempre, todos cometemos errores. Una vez, estaba haciendo fotos y una enorme mujer, más alta y voluminosa que yo, se acercó a mí y me dijo “te voy a romper la cara de un puñetazo”. Me cambié la cámara de mano y le dije “venga, vamos” (RISAS). A ella la estaban sujetando ya del brazo y mi asistente se estaba metiendo en medio de los dos.
Quiero decir que me puedo irritar más con alguien que ahora está sentado aquí delante y que cree que puede decirme qué tengo que hacer que con alguien que se me encara. No te voy a mentir y decirte que en todos estos años no he tenido problemas, pero soy muy espabilado, tengo mucha calle.
Recuerdo, por ejemplo, cuando tuve que fotografiar a un grupo de hooligans londinenses antes de un partido de fútbol, de esos que van con la cabeza rapada, y me dije “¿cómo voy a hacer esto?” Les miré, les hice un pequeño comentario y sentí que todo estaba bien; saqué las fotos y todo fue perfecto. Pero soy consciente del peligro. Lo único que me da miedo en el mundo es la violencia física, así que intento reaccionar antes que la otra persona.
Y hay tipos que son mucho más duros que yo, ¿qué puedo hacer? Pero si yo quiero sacar una foto tuya no es por razones comerciales, sino porque es lo que quiero hacer. Voy con buen corazón. Me identifico con mis sujetos.
PARR: Sí, tienes una increíble capacidad para conectar con la gente.
PARR: ¿Cómo te sientes siendo fotógrafo de Magnum?
GILDEN: (Con ironía) Bueno, tiene más cosas a favor que en contra (RISAS). Ahora en serio. Cuando me propusieron entrar les dije que iba a ser el final de mi carrera (RISAS), pero, obviamente, no ha sido así. Mi exmujer me dijo “se ha cumplido tu sueño”. Quería decir que cuando era joven muchos grandes fotógrafos venían de Magnum y yo apreciaba su trabajo. Yo no sabía si iba a ser bueno para la agencia o si la agencia lo iba a ser para mí.
Creo que fui afortunado de entrar porque me ha ayudado mucho. Y es bueno también porque no me ha influido de ninguna manera, yo ya estaba hecho como fotógrafo cuando entré. Pero si eres bueno, eres bueno, independientemente de que entre en Magnum o no.
PARR: Dicen que cuando eres fotógrafo lo que quieres es entrar en Magnum y una vez dentro lo que quieres es salir (RISAS).
GILDEN: Exacto. Hubo una frase que alguien dijo en una reunión y que me encantó: Hay 2.000 personas que se mueren por entrar en Magnum y 50 que se mueren por salir (RISAS).
PARR: ¿Por qué crees que hay tantos malos fotógrafos en el mundo? (RISAS)
GILDEN: ¡Y todos están en Magnum! (RISAS)
PARR: Bueno, asumamos que en general los de Magnum son buenos (RISAS)
GILDEN: Sí, son buenos. Lo que pasa es que algunas de sus elecciones no son tan buenas (RISAS).
PARR: Tú impartes muchos talleres y te tienes que encontrar con muchos mediocres… ¿Qué les dices?
GILDEN: Ostras… (RISAS). Hombre, hay diferentes niveles. Si empezamos por el principio… En primer lugar, no sé por qué la gente va a talleres. Bueno, deja que lo reformule. Sé por qué la gente lo hace. Cuando era joven los hacía con Gary Winogrand, etc. porque les admiraba. Me gustaba estar cerca suyo, ver qué les impulsaba, saber su opinión sobre mi trabajo, aunque yo podía estar de acuerdo o no, porque yo soy mi último juez.
Creo que mucha gente va a talleres con cualquiera, lo que quieren es que alguien apruebe su trabajo. Yo soy muy crítico. Tengo gente muy buena en mis talleres y otros que no saben a dónde van. Lo primero que les pregunto es si creen que son muy buenos. Muchos dices que sí, más de los que crees.
PARR: ¿Y hay alguno que sea bueno de verdad?
GILDEN: Poquísimos. Yo intento que todos salgan de mis talleres habiendo hecho al menos una buena foto.
PARR: No sólo hay que trabajar duro, hay que tener talento. Pero con talento sólo tampoco vale, hay que trabajarlo.
PARR: La conexión entre el fotógrafo y el sujeto. Es casi tan importante como el propio sujeto.
GILDEN: Nunca fotografío nada en lo que no esté interesado, salvo cuando trabajo por encargo. Si tú me pides que haga de Irving Penn no puedo hacerlo. A veces la gente me contrata para cosas y no sé por qué lo hace, porque pueden contratar a cientos que lo harían mucho mejor que yo. Pero si tú quieres que haga mi tipo de fotos creo que lo haría bien.
PARR: Pero haces trabajos comerciales, fotografías de moda… ¿Cómo lo justificas?
GILDEN: No tengo que justificarme. Hombre, si alguien de los aquí presentes quiere pagarme el alquiler… (RISAS).
PARR: Eres un gran comunicador y te gusta hablar con la gente… Debe ser duro para ti fotografiar en un país en el que no hables el idioma.
GILDEN: Es difícil porque tienes más enfrentamientos. Un país en el que no me gusta fotografiar es Alemania. Están muy locos. Pero tengo muchos amigos alemanes.
PARR: ¿Vas a votar a Donald Trump? (RISAS)
GILDEN: Interesante pregunta. Nunca he votado, no porque odie la política, sino porque no me gusta. No creo que Trump sea el más adecuado pero coincido con él en algunas cosas que dice, creo que es refrescante. Aunque no estoy para nada de acuerdo en el tema de la inmigración. No le quiero como presidente, pero tampoco a Hillary Clinton, porque no me gusta nada. Y no soy de derechas, lo sabes.
PARR: Lo sé. Es imposible ser de derechas y hacer periodismo o fotografía documental en general (…) ¿Crees que es más aburrido fotografiar hoy en día?
GILDEN: Sí, creo que la gente es cada vez más parecida. El mundo va tan rápido que va a parecer que tus fotos y las mías, hechas en un estilo documental, se han hecho hace 500 años. Van a ser como antigüedades.
PARR: ¿Eso es porque a la fotografía le gusta la nostalgia?
GILDEN: No, es porque el mundo está cambiando. Mira lo que está pasando con la fotografía. Voy a nuevas exposiciones y no las entiendo. Quiero decir que no sé qué tienen de bueno algunas fotos. Y pese a tener 69 años sigo siendo válido. No es que no me guste, es que me pregunto a dónde ha ido el gusto. No son buenos ejemplos de lo que quieren mostrar, de lo que se podría hacer.
Por supuesto que aún hay buena fotografía, no me malinterpretes. Soy crítico, no negativo. Pero creo que si no eres crítico ¿cómo puedes ser bueno? Porque entonces todo es bueno. Y no, no todo es bueno. Tu gusto y el mío pueden ser diferentes, pero te sorprenderán algunas fotos que me gustan porque son muy diferentes de las mías, porque sé lo que hace falta para hacer una buena foto.
Es como mi vida amorosa, es igual, la forma en la que encuentro gente para mis fotos. Lo veo enseguida. Sin chorradas. Sé lo que es bueno para mí, y es lo que hago. Y es lo que mucha gente no soporta, la franqueza. Pero es su problema, no el mío.
PÚBLICO: ¿Qué es una buena fotografía para ti?
GILDEN: Si quieres una definición básica y estúpida te diré que es aquello que encuadras y que tiene un potente contenido emocional. Pero eso no quiere decir que tengas que ver a un niño africano muriendo de hambre. El sujeto importa, pero puede ser casi irrelevante. Es una pregunta difícil, una pregunta visual. Debería enseñarte una foto que para mí es buena y verías si estás de acuerdo o no.
PÚBLICO: ¿Cómo comenzaste a usar el flash?
GILDEN: Lo cogí y lo encendí. Eso ayuda (RISAS). Es broma. Es una pregunta interesante. Acabé mi serie de Coney Island y comencé a fotografiar en Nueva York, en Manhattan, en la 5ª Avenida. Disparé unos 400 rollos y no los revelé porque lo odiaba, no lo hacía bien. Esperé seis meses y vi que no había ni una sola buena foto. Y me di cuenta de que tenía que usar el flash para separar el fondo del primer plano.
Habiendo dicho esto, también me gustan el film noir, las sombras, el flash… quería usarlo aunque me daba miedo, porque no soy muy técnico, y no soy muy de preguntar. Tarde meses en llamar a Mark Cohen, aunque nos conocemos y nos llevamos bien. Le pregunté, experimenté con el flash y me gustó. Se convirtió en mi firma.
Os voy a decir una cosa. No se trata de lo cerca que trabajas, sino de cómo trabajas. El hecho de que levantes el brazo y metas el flash no quiere decir una mierda, el secreto está en cómo tratas a la gente. Si tú estás a gusto, ellos también lo estarán la mayoría de las veces. Yo estoy a gusto con lo que hago, y si no lo estoy, no lo hago.
La mayoría de las discusiones que he tenido no han sido por ponerle a alguien el flash en la cara, sino por otras cosas. He tenido más discusiones en momentos en los que no llevaba la cámara encima. Por eso me marché de Nueva York (RISAS). Porque si te tropiezas conmigo… Yo tengo 69 y tú 25 (se dirige a la mujer que le ha hecho la pregunta), no va a funcionar (RISAS). Te lo digo desde ya. Tampoco que me sigas con tu perro, ¿tienes perro? Qué suerte, yo tengo tres gatos (RISAS).
A veces trabajo tan cerca que la gente no se entera de que les estoy haciendo fotos (RISAS). Si tú sales a la calle con la actitud de “me voy a pegar con todo el mundo” acabarás pegándote con todo el mundo. Soy consciente de la violencia física porque mi padre era un tipo duro. Nunca me pegó, pero soy una persona muy física, me gusta la confrontación, soy un hombre malhumorado, entre otras cosas (RISAS). Pero también tengo mi lado tierno, de otra forma no podría hacer las fotos que hago.
El flash es sólo un medio, no sé por qué hay gente que se molesta. Cuando alguien fuma en la calle no me piden permiso para encender el cigarrillo, o para echarse determinado perfume. Luego voy en el metro con ganas de vomitar… Es un país libre. Bueno, cada día tenemos menos libertades, pero sigue siendo un país libre, aunque sea entre comillas.
PARR: ¿De dónde sacas el valor para fotografiar a la gente en la calle? A mucha gente le cuesta, les cuesta porque les hace sentir culpables y eso se refleja en su trabajo. Nunca llegarán a nada si se sienten culpables.
GILDEN: Conozco a fotógrafos profesionales que tienes más discusiones que yo y no usan flash. No tienen que pelearse por ello. Yo sí, y de la manera más dura. Una de las cosas que he aprendido en la vida… Mira, una vez, en Inglaterra, le saqué una foto con flash a un matón, tenía la cabeza rapada, cicatrices… Yo tendría unos 53 años y él 40. Le saqué la foto y me dijo “hazlo otra vez y te parto por la mitad”. Pero en el fondo era un gentleman. Cuando tú dejas que una persona débil se te encare es cuando vas a tener un problema. Así que le corté enseguida, y así es como trabajo.
PÚBLICO: ¿Cómo es un día normal en tu vida?
GILDEN: Leo, veo deporte, cuido de mis gatos, ocasionalmente hablo con mi mujer… (RISAS). Cuando voy a algún sitio nunca estoy de vacaciones, siempre es por trabajo. Cuando no voy a sacar fotos nunca llevo mi cámara encima. Mi idea es que no puedes estar operativo todo el tiempo. Soy diferente a Martin. Él es un fotógrafo 24/7 (24 horas, 7 días a la semana). Yo no, yo soy una especie de 22/6. (RISAS). Pero está bien. Martin tampoco lleva su cámara siempre encima. Soy de los que pienso que no hay que llevar la cámara todo el rato, a no ser que se quiera sacar fotos para Instagram. Yo no lo hago, no sería yo, sabría que mi carrera ha terminado. Cuando vea que no puedo seguir haciendo lo que hago me retiraré. O eso digo (RISAS).
Entrevista íntegra en inglés AQUÍ
Extractado y traducido por Leire Etxazarra (Alumna de Blackkamera)