Lo que me arrastra a tener la necesidad imperiosa de retratar a estas personas es mi afán por comprenderlas.
Buenos días Sofía,
-Es usted uno de los nombres destacados del retrato editorial. ¿Cuánto de documentación previa sobre la persona que se pone ante su cámara requiere un retrato?
Eso depende del tipo de fotógrafo que seas y para mí es clave saber a quién tengo delante. Aunque luego eso sólo se refleje en cosas muy sutiles que quizás nadie o casi nadie percibe, pero para mí es importante darle sentido a esos retratos y, una de las claves para hacerlo es esa documentación previa. Conocer y saber a quien tienes delante, de donde viene, su historia, su profesión…Este conocimiento previo, me permite también trabajar más rápido y tener más claras las decisiones que debo tomar a la hora de fotografiar.
¿Considera positivo conocer mucho acerca de esa persona o puede generar una pre-composición de lugar de la fotógrafa que afecte en negativo al resultado final?
Me considero una fotógrafa documental y esa opinión personal que los fotógrafos damos sobre nuestros retratados al fotografiarles, en mi caso no tiene solo una dimensión formal, sino también documental. Por ejemplo, cuando fotografié al arquitecto Rafael Moneo, decidí fotografiarle en una silla diseñada por él. Eso para mí completaba el retrato, hacía la fotografía más coherente, menos impostada, la silla era tan importante en el retrato como él mismo. Intento así que mis fotografías constituyan una opinión sobre el sujeto bien documentada, no solo formal, como digo. Y aunque ese conocimiento previo suponga ya un filtro para la mirada, en mi caso considero que ese filtro lejos de quitar “limpieza”, aporta o complementa en la manera que yo quiero, esta mirada. Luego, es cierto que hay que dejar espacio para lo inesperado, para lo que ves en el momento.
-¿En qué medida son importantes los instantes previos a la fotografía en contacto con la persona retratada -en aquellos casos en los que se da esa posibilidad-?
Los momento previos con la persona a fotografiar, son para mi valiosísimos. Me permiten ver como la persona habla, se mueve, se dirige a otras personas, la tensión que tiene… Todo eso me ayuda a elegir el tono en el que debo aproximarme y el ritmo que va a tener la sesión.
-¿Cuánto ha de tener de periodista y cuánto de fotógrafa una retratista?
Yo me considero “fotoperiodista”. Los fotógrafos opinamos, describimos, contamos con nuestras fotografías. -los textos del periodista cuentan unas cosas y las fotografías cuentan otras. Los dos relatos son importantes cuando hablamos de un reportaje.
-Su trabajo ha tenido muchísima relación con la defensa de los Derechos Humanos. Usted ha contado historias desgarradoras a través de sus retratos. ¿Cómo afectan esos trabajos y el sumergirse en esas historias ajenas a la fotógrafa a nivel emocional y personal? ¿Cuál ha sido el trabajo que más le ha afectado?
Me afectan de manera que , yo creo, que me convierten en mejor persona o por lo menos me hacen más tolerante, me ayudan a acercarme al otro, a entender el mundo y a me hacen cada vez más consciente de lo injusto que es. Algunas personas nacemos en el primer mundo, somos queridos desde pequeños, tenemos una vida sin grandes carencias materiales ni afectivas mientras que otras nacen sin oportunidad ninguna, rodeados de horror, de violencia y de miseria. Todo esto me ha enseñado que hay que ser muy cuidadoso a la hora de juzgar a la gente.
-Su obra ‘¿Quién merece morir?’ (2018) pone ante su cámara a personas que han sufrido terribles injusticias pero también a otras que han sido, con mayor o menor grado de responsabilidad, parte de las estructuras que las cometían o las ejecutaban (Norimichi Kumamoto, Oleg Alkaev). ¿Cómo se enfrenta una a esos retratos? ¿Qué grado de empatía es necesario para retratar a esas personas?
Claro que hace falta empatía! Y respeto y, sobretodo, un enorme interés por intentar entender al otro. Oleg Alkaev y Kumamoto, fueron también de alguna forma, víctimas de la pena de muerte. No fue el sadismo, ni la venganza lo que les llevó a trabajar dentro de la maquinaria que la pena de muerte requiere ( uno como Verdugo y otro como juez) sino que fue su afán de justicia lo que les hizo estar ahí. Y los dos se arrepintieron, se sintieron engañados y a los dos la pena de muerte les destrozó la vida. Pero hace falta profundizar para entender esto.Lo que me arrastra a tener la necesidad imperiosa de retratar a estas personas es mi afán por comprenderlas.
-Siempre que se trabaja con víctimas de injusticias, entiendo que quizás surge la necesidad (quizás inconsciente) de que los retratos resultantes sean del agrado de dichas personas, no tanto en lo estético o visual, sino en las emociones que puedan llegar a trasladar o en la proyección que de ellas se realizan a través de las imágenes. ¿Ha de abstraerse la fotógrafa de ese apego emocional que puedan generarle las historias de esas personas para buscar una fotografía menos condicionada por esas vivencias y que quizás contenga la misma fuerza pero no necesariamente responda a los clichés que podíamos esperar al respecto del retrato de personas que han sufrido tanto? ¿O es la propia sesión de fotografía la que nos muestra el camino, de manera más natural?
Los retrato, inevitablemente, muestran muy poco de las personas y mucho de la visión que el fotógrafo tiene sobre ellas. Las personas son muchísimo más complejas que sus fotografías y no deberíamos pensar en agradar cuando retratamos a víctimas de injusticias ni a ningún otra persona. Yo en mi caso pienso más en que tengan cierta dignidad. Me parece que tiene el coraje de ponerse delante de una cámara para contar su historia y yo intento estar a su altura, que no es fácil. Sus retratos tienen que ser poderosos, es muy importante, por que estamos tan inundados de fotografías que sólo nos pararemos a mirar aquellas que nos atrapen por alguna razón, pero también es cierto que, a la hora de retratar a alguien, lo que retrata el fotógrafo tiene mucho que ver con sus clichés, con los estereotipos.
-El impacto que tuvo la implantación de la era digital en los medios tradicionales y en su modelo de negocio ha ido generando, en la gran mayoría de los casos, una repercusión negativa al respecto de los presupuestos y medios destinados a la fotografía documental. Usted es colabora habitual de El País Semanal y de Vanity Fair. ¿Por dónde pasa el futuro del fotoperiodista?
En los medios tradicionales, además de la crisis que trajo consigo la era digital, se sumo la crisis general. El fotoperiodismo nunca ha sido un oficio con el que se ganara mucho dinero, pero ahora ya se ha vuelto precario. Hay muy pocos fotógrafos en prensa que vivan de su trabajo. Hemos tenido que diversificarnos. Yo imparto varios talleres al año y colaboro con varias escuelas de fotografía, trabajo para empresas como Repsol y tengo la suerte de seguir trabajando para algunas revistas. Pero cada vez es más difícil, se paga peor y se profundiza menos. Las revistas en España ya no tienen capacidad de producir reportajes en profundidad. Mi trabajo de la Pena de muerte pude terminarlo gracias a una ayuda de la Fundación BBVA. El País Semanal, nunca hubiera podido financiarlo. El periodismo ya no lo financian los medios, sino ongs, fundaciones, organismos oficiales y, en el peor de los casos, empresas empeñadas en que las historias sirvan para lavar su imagen, o para desviar la atención.
-Ha dirigido e impartido multitud de talleres. Le he escuchado, en alguna ocasión, que la única diferencia entre alumnxs y profesorxs es la wxperiencia acumulada por estos últimos. Pero, cuando hablamos de nuevas generaciones, ¿qué diferencias percibe al respecto de sus inicios? ¿Qué ha cambiado en la mirada que tenía usted hace dos décadas a la que puedan tener ahora las nuevas generaciones?
Ha cambiado casi todo! Las nuevas generaciones están mucho más y mejor formadas de lo que estábamos nosotros. Ahora hay escuelas magníficas donde formarse, antes la gran mayoría de los fotógrafos de prensa eran autodidactas. Ahora las redes sociales te permiten mostrar tu trabajo al mundo sin necesidad de que un editor decida publicarte o no. Todo es accesible, cualquier libro de fotografía, documental o película de cine podemos conseguirla. Hay festivales de fotografía, visionados de porfolios, libros autoeditados, becas y ayudas… pero lo que no hay es trabajos remunerados. Yo creo que el auge de la fotografía de boda o “social” que se llama ahora debe a eso. Es una de las maneras en las que se puede vivir de este oficio, por qué del fotoperiodismo van a vivir muy pocos.
Muchas gracias por su tiempo y hasta pronto.
Sofía Moro impartirá dos talleres de retrato editorial los días 22, sábado (completo) y el domingo 23. Masterclass de 3 hora de duración.
Un juego de espejos «Un retrato no es una semejanza. En el momento en una emoción o un hecho se transforman en una fotografía dejan de ser tales para convertirse en o que ya no es un hecho sino una opinión. No existe la inexactitud en fotografía. Todas las imágenes son exactas. Ninguna de ellas es la verdad» » Richard Avedon » Este es el punto de partida de este taller en el que reflexionaremos sobre fotografía, centrándonos en el retrato fotográfico en su sentido más amplio. Intentaremos ahondar en nuestra visión fotográfica, en nuestras obsesiones y en nuestra manera de opinar o de expresarnos con la fuerza extraordinaria de la fotografía.
Puedes adquirir tu entrada al BasqueDokFestival y al taller de Sofía Moro en el siguiente enlace:
https://entradium.com/events/basquedokfestival-2019