Erika Ede recoge en este Gran Invernadero (Große Tropenhaus), vistas de grandes y pequeños paisajes – fotografías y textos- al modo con el que los expedicionarios del XVIII traían de allende el mar especies botánicas para catalogarlas y reunirlas. Bajo la lente abombada de su cámara, como bajo las cúpulas de cristal del Gran Invernadero de Berlín, estas plantas-imagen prosiguen aquí una historia diversa.
El origen es un par de antiguas fotografías de familia: la primera de un grupo de jóvenes estudiantes del Jardín Botánico de Berlín, fechada en 1916. La segunda es una imagen del mismo grupo de estudiantes delante del gran invernadero tropical (Das Große Tropenhaus) tomada un día de primavera de 1917.
Hay un doble contexto en esta muestra: el del jardinero que hace su propia selección de plantas y el artista que a través de su cámara reúne en cada imagen un conjunto de evocaciones que reunidas en la exposición constituyen un jardín de jardines.
Es la manera de ver el mundo de Erika, no una simple colección de recuerdos de viaje; sino vistas personales en las que se mezclan dioramas de ecosistemas ideales con paisajes reales de gran formato y textos literarios en una muestra ecléctica cuyo denominador común es el propio espacio de la exposición.
Especies desembarcadas en una Europa que no las conocía, tan particulares como estos paisajes que están trasplantados de la tierra de la memoria y el viaje vital de Erika y aclimatadas a la luz de este Gran Invernadero.
Parece el deseo cumplido en la canción de Henri Salvador Jardin d´hiver: “Je voudrais (…) des photos de borde de mer / dans mon Jardín d´hiver”. Cambiar de atmósfera como lo hacen las especies botánicas entre el cristal y el hierro.
Es como que le falta algo al culminar una montaña. Ese no saber qué hacer que se suple con el sucedáneo de la bandera o de la foto. El paisaje de Erika no es una culminación sino una secuencia. A veces lo es de fotos anteriores de su familia, a veces de fotos suyas que como en la canción de Salvador parecen querer “Changer d´atmosphere”.
Esa no es la naturaleza de estas imágenes. Las fotografías llegan de algún sitio, no son la culminación de otra cosa, el final de algo. Son imágenes sin evento, están permanentemente viajando. Porque su esencia no está en el instante o quizá se rebela contra el instante que es toda fotografía.