Are, bure, bokeh
Áspero, Borroso Desenfocado
Por Silvia Maestre, alumna del Curso Medio de Blackkamera
… ¿Quién no se ha pregunta alguna vez … cuál es la apariencia de una buena fotografía? … ¿quizás que las fotografías estén bien iluminadas?, ¿Que estén bien compuestas?, ¿Que tengan bellas imágenes? …
Os quiero hablar de ARE, BURE, BOKEH, un movimiento que surge en Japón, durante la década de los 60 a raíz de la publicación de la revista “PROVOKE”
La revista japonesa Provoke generó un movimiento fotográfico en Japón que se extendió por todo el mundo y que persiste hoy, 50 años después.
Con apenas tres números publicados y un tiraje más bien corto, inferior a los mil ejemplares, la revista Provoke fue, a un tiempo, culmen y génesis en la fotografía japonesa actual. A casi 50 años de su aparición / desaparición el estilo contrastado con sombras profundas empastadas, encuadre suelto, geometrías caídas y grasosas escenas callejeras sigue vigente, lo mismo en las redes sociales como entre fotógrafos tanto consagrados como emergentes. ¿Qué provocó un fenómeno de tal potencia? ¿Cómo lograron sus integrantes, en tan poco tiempo, provocar una revolución visual de este tamaño?
Para responder a estas preguntas, tenemos que contextualizar a Japón, tras la II Guerra Mundial, el país había sufrido el colapso de Hiroshima y Nagasaki, era una nación derruida y en reconstrucción, estaba experimentando considerables cambios sociales y políticos y los políticos buscaban una nueva manera de expresar visualmente las angustias y retos que enfrentaban.
En el centro de este movimiento cultural surge esta revista fundada por los fotógrafos Yutaka Takanashi y Takuma Nakahira, el crítico Koji Taki y el escritor Takahiko Okada.
La identidad seguía siendo un problema a resolver en aquella nación. Al principio la pregunta era ¿Qué es Japón? Pero hacia 1960 cambió a “¿Dónde encajamos en este nuevo Japón?” Esa nueva interrogante se la harían los estudiantes cuya desazón e inquietud culminarían en los disturbios juveniles de 1968 en la tierra del sol naciente.
Are, bure, bokeh, que se traduce como áspero, borroso y desenfocado, se convirtió en el lenguaje visual dominante de la época y rechazó activamente las normas del fotoperiodismo de ese momento. Para los artistas de Provoke, la cámara sirvió como una extensión de su visión y emoción, no solo como una grabadora pasiva de los eventos que iban aconteciendo. Y como sugirió el subtítulo de la revista, su trabajo fue «documentos provocativos por el bien del pensamiento».
Japón ‘68
En la mente occidental, el Japón de los sesentas está plagado de imágenes con marcas comerciales tales como Datsun, Olympus o Sony. Sin embargo, el final de la década de 1960 estaba marcado en aquella nación para una profunda crisis, particularmente entre los jóvenes.
La ocupación estadounidense duró hasta 1952, y podría decirse que el siguiente gran salto en la sociedad y la economía japonesa estuvo marcada por la olimpiada de Tokio 1964.
Comenzaba una nueva era marcada por la construcción de parques y avenidas, infraestructura nunca antes vista y la instalación del Shinkansen, el tren bala que unía las ciudades de Osaka y Tokio. Sin embargo, el tren más rápido del mundo simbolizaba a la propia sociedad japonesa: a la misma velocidad aparecieron miedo y zozobra. Tan solo cuatro años después, los estudiantes protestarían en las calles, desencantados y alienados con la nueva prosperidad, inmersos en un conflicto provocado por el choque cultural entre el Japón tradicional frente a un occidente industrializado, consumista y derrochador que se había incrustado en la isla del Sol Naciente.
Sin que nadie pudiera anticiparlo, la bonanza económica que había convertido a Japón en la tercera potencia económica mundial tomó por sorpresa a su sociedad. “El auge condujo a la caída de las estructuras tradicionales que a su vez dejó una sensación de desarraigo y desesperanzan en la generación más joven.”
Tensión política en Japón a finales de los sesenta
El clima político y social provocó que los jóvenes salieran a las calles y protestaran en masa. El conflicto escaló, hasta que las manifestaciones de 1967, 1968 y 1968 provocaron un cierre nacional de universidades.
Todo parece apuntar que “…las rebeliones de estudiantes podrían entenderse como una suerte de reacción en masa al rápido crecimiento económico.” Este momento histórico requería, urgentemente, de nuevas formas de expresión, nuevas ideas y un nuevo idioma para expresar sus propios inquietudes. Los fotógrafos encontrarían en sus cámaras un medio inigualable para realizar este trabajo.
Todas este contexto hizo que en noviembre de 1968 apareciera un crisol visual de estas inquietudes sociales: la revista Provoke.
Nace la revista Provoke
Provoke (プロヴォーク Purovōku) fue una revista experimental fundada por los fotógrafos Yutaka Takanashi y Takuma Nakahira, el crítico Koji Taki y el escritor Takahiko Okada. El subtítulo de la publicación era Shisō no tame no chōhatsuteki shiryō 思想のための挑発的資料 que puede traducirse como Material provocativo para pensar.
El manifiesto Provoke
Muy al estilo del modernismo europeo de la primera mitad del siglo XX, la nueva vanguardia japonesa emitió su propio manifiesto que apareció en el primer número y donde se postulaba que la fotografía era el medio capaz de mostrar la realidad a través de documentos que provocaran la reflexión y una base ideológico. Los cuatro fundadores fueron muy claros:
“Hoy, cuando las palabras parecen haber perdido todo sustento y estar suspendidas en el aire, el ojo del fotógrafo captura fragmentos de realidad que no pueden ser expresados con el lenguaje como lo conocemos. El fotógrafo puede ofrecer imágenes como documentos paralelos al idioma y la ideología. Por eso, temerario cual pudiera sonar, el subtítulo de Provoke es «documentos provocativos para la reflexión».”
Sandra Phillips explica que Provoke fue concebida en dos planos: el fotográfico, pero también el político. Aún siendo una publicación centralmente fotográfica, también tenía una función filosófica y política.
Los fotógrafos de Provoke buscaron algo mucho más profundo que simplemente buscar algo para capturar con sus cámaras. En realidad, seguían tratando de responder a la pregunta: ¿Qué es una fotografía? Y lo hicieron, mediante el conceptualismo por encima del realismo. Nuevamente nos encontramos con una necesidad creativa que parte de la subjetividad y la opinión personal y que va dejando de lado la objetividad. La imagen va cobrando una gramática propia. Tal como lo buscaban sus fundadores, Provoke se conformaba como el depósito de un nuevo idioma.
Los fotógrafos de Provoke agregaron nuevas capas visuales a sus fotografías. El uso de películas muy contrastadas y tratamientos en el cuarto oscuro que acentuaban las sombras profundas y las altas luces comenzaban a conformar una gramática menos icónica, era una fotografía cada vez más cercana a la ilustración. Aunque sus fotografías partían de una escena real, la cámara y la película alteraban de tal manera la escena que comenzaron a conformar una versión nueva, una auténtica realidad fotográfica.
Hoy, cuando un aficionado aplica un filtro en Instagram está despojando a su imagen de iconicidad, es decir, al agregarle poetizaciones y dramatizaciones la lleva más hacia el terreno de la ilustración -como decíamos- que de la fotografía. Una de las raíces de este proceder estaba en la estética radical de Provoke. Y es que había una razón de fondo: el manifiesto de la revista promulgaba la generación de un nuevo idioma sin palabras, pero más aún, la propuesta de nuevas ideas. Existía, desde luego, una intención y una estrategia estética, pero lo que le dio una hondura particular y la fuerza para influir durante décadas fue que debajo de la apariencia subyacía una honda capa de significado.
Para los fotógrafos de Provoke existía un sentido profundo que les hacía desmarcarse de la realidad, de esa función tradicional de la fotografía registral, documental, tan enraizada en los fotógrafos japoneses de la preguerra.
Shi-Anne Shakes explica que “En Provoke no se trataba de un anti-lenguaje, sino confrontar a la palabra, del modo que los estudiantes [que protestaban hacia finales de los sesenta en Japón] no eran anti-academia, sino que estaban en una posición que confrontaba la esfera intelectual.[” Y prosigue: “En su manifiesto, el colectivo [Provoke] decía que «no se pude alcanzar la totalidad de un concepto», ni se pude suplantar al idioma; la fotografía «provoca al mundo del lenguaje y los conceptos […] y es transformada en un nuevo idioma, o mejor aún, una nueva idea».”
Si los jóvenes universitarios habían salido a la calle a protestar, los fotógrafos hacían lo propio con un estilo visual que representaba “rebelión, desesperanza, enojo…”
No hay que perder de vista que más allá de mostrar simplemente la realidad, en esta nueva visión resonaba el existencialismo, tan importante en la posguerra.
Y es que los fotógrafos en Provoke buscaban reflexionar y comprender mejor lo que ocurría en la sociedad; más aún, deseaban hacer un comentario sobre ella. En tal sentido la fotografía documental mostraba pero no reflexionaba sobre los cambios sociales.
Para estos fotógrafos su cámara no era una forma de reproducir y mostrar lo que ocurría. No se trataba de simplemente decir “esto está ahí”, sino de reflexionarlo, cuestionarlo pero, sobre todo, comentarlo.
Taki escribió: “Los fotógrafos debemos usar los ojos para captar los fragmentos de la realidad más allá de un lenguaje preexistente. Debemos presentar material que se oponga a las palabras y las ideas… materiales para provocar la reflexión.”
Uno de los propósitos importantes en esta clase de fotografía no era el comunicar información sino más bien “transmitir una atmósfera y mostrar una energía cruda.”
Are, bure, boke: los pilares de la gramática visual en Provoke
Los fotógrafos en Provoke tomaron tres palabras japonesas para construir todo un estilo de gramática visual, y como resultado un canon estético: are, bure y bokeh. Estos tres conceptos pueden entenderse como grano, barrido y desenfoque.
Es una estética de fotografías muy contrastadas, con el grano reventado y donde frecuentemente se utiliza el fuera de foco con un propósito tanto estético como de abstracción.
Provoke también cuestionaba, deliberadamente, la noción de fotografía como arte. No hay que olvidar que la fotografía había tenido en Japón usos ligados al documental, la propaganda, la mercadotecnia e incluso el arte. Por eso Kaneko Ryuichi explica que la fotografía en Provoke buscaba entenderse lejos de lo comercial, lo periodístico e incluso lo artístico.
Además, la estética de Provoke también tomaba conciencia de la fotografía como objeto y encontraba una particular fascinación tanto en el aspecto físico de la cosa como en su diseminación / distribución.
La facilidad de producción y consumo de la revistas también formaba parte de la estrategia de reflexión de Provoke entendida como un todo, no simplemente un conjunto de fotografías, sino un objeto cuyo contenido (las fotos), continente (la página impresa) y distribución (la revista y su canal de circulación) servían al unísono al objetivo primordial de provocar la reflexión.
El tiraje de Provoke era más bien corto: apenas un millar de ejemplares. La impresión era cruda y esto también le dotaba de su propia estética. “Provoke había sido creada para excitar la mente, para crear un nuevo diálogo fotográfico inmediato entre el espectador y el artista en el que se eliminaban los papeles de voyeur y exhibicionista.”
El formato de revista ofrecía a los lectores la posibilidad de entender la fotografía más allá de una belleza superficial o un valor comercial.
Como hemos comentado anteriormente, la revista tuvo una circulación limitada, pero el libro fue un éxito inmediato.
Para 1970 los miembros de Provoke emprendían sendas separadas. Sin embargo, surgieron libros claramente enlazados en la estética are-bure-bokeh como For a Language to Come (auténtico hito en la fotografía japonesa) de Takuma Nakahira, Bye Bye Photography de Daido Moriyama o Toshi-e Towards de City (considerado por algunos críticos el libro-objeto de fotografía por excelencia) de Yutaka Takanashi.
Aunque Provoke como revista desapareció, la estética are-bure-boke continúa hasta nuestros días, tanto en fotógrafos como Daido Moriyama quien sigue en activo como en otros seguidores.
Hoy es prácticamente imposible encontrar ejemplares de Provoke en hemerotecas y existen algunos coleccionistas que cuentan con los valiosos ejemplares de esta revista.
En el siglo XXI sigue resonando el mantra are-bure-bokeh en la fotografía de artistas como Osamu Kanemura o Antoine D’Agata.
También en Flickr podemos encontrarnos con un grupo llamado Provoke.
Para el fotógrafo Takashi Homa, Provoke fue como la onda de choque provocada por una bomba atómica. Ciertamente, este tsunami visual arrasó todas las concepciones del documental realista japonés de la preguerra y logró su cometido: crear un lenguaje nuevo que pudiera interpretar y reflexionar sobre un entorno que estaba siendo alterado irremisiblemente.
Hoy, a casi cinco décadas, sorprende la potencia visual que mantienen estas imágenes.
Es importante no quedarse únicamente con la parte superficial de este momento histórico en la fotografía. Provoke podría aún ser más importante al haberse convertido en crisol y conducto de las inquietudes y desazones de Japón a finales de los sesenta. La estética fue el resultado de un proceso y un momento histórico complejo (la bomba, la invasión, el consumismo, etc.) pero también artístico. Todavía más importante es que sus miembros buscaban encontrar una manera para expresar lo que ocurría en su sociedad y sus corazones. Tratar de reflexionar sobre lo que les ocurría les llevó a crear todo un movimiento político, intelectual y fotográfico.
Una vez más, se demuestra que la fotografía tiene, ante todo, una enorme capacidad para expresar lo que cada creador necesita comunicar.
Más allá de la apreciación estética hoy tenemos, gracias a Provoke, la oportunidad de encontrar un canal que nos permita comprender nuestro momento, pero sobre todo de reflexionar sobre nosotros mismos a través de la fotografía.
Referencias Oscar en fotos