VANESSA WINSHIP, CRONISTA DE LA FRONTERA.
Por Laura Guerrero
Alumna del Curso Avanzado de Fotografía Blackkamera
He descubierto el trabajo de Vanessa Winship hace poco; es la ventaja de navegar con frecuencia por internet y las redes sociales, que encuentro mucha información interesante, y a la vez me obliga a ser crítica para saber diferenciar el grano de la paja, porque también la hay, y mucha.
Vanessa Winship (Reino Unido, 1960) es la primera fotógrafa en conseguir el prestigioso premio Henri Cartier-Bresson (2011) por un proyecto en el que muestra el fin del sueño americano. Este proyecto continuó con la serie “She dances on Jackson”, un trabajo en el que mezcla retrato y paisaje de una manera poética a pesar del trasfondo amargo que destila. Un viaje, un retrato de Estados Unidos, como hicieran antes Robert Frank y Richard Avedon, con una sensibilidad especial. Un retrato melancólico de exiliados sin futuro dentro de sus propias fronteras.
© Vanessa Winship / She dances on Jackson
Según sus propias palabras: «Mi trabajo se centra en la yuxtaposición entre la crónica y la ficción, en explorar ideas sobre los conceptos de frontera, tierra, memoria, deseo, identidad e historia. Me interesa cómo se cuenta la historia y nociones como la periferia y el límite. Para mí la fotografía es un proceso de alfabetización, un viaje hacia el entendimiento.»
Durante más de 10 años ha recorrido varios países de Europa del Este, Rusia, Turquía, Armenia, Azerbaiyán e Irán centrándose en sus fronteras, tanto físicas, políticas como humanas. Encontrando paisajes comunes, rostros y costumbres en torno a un mar compartido y en los que se difuminan esos límites establecidos.
© Vanessa Winship / Black Sea
Vanessa Winship ha sido testigo de éxodos, migraciones y desarraigo de comunidades, azotadas por guerras civiles, que dejan atrás sus raíces. En su lugar quedan las huellas que dejaron, como testigos mudos, unos gobiernos ostentosos.
© Vanessa Winship / A Balkan Journey
Ahonda en la frontera humana cuando nos muestra esos uniformes escolares que anulan la identidad de niñas y adolescentes que están construyendo su personalidad.
© Vanessa Winship / Sweet Nothings
También hace unos retratos directos, sin pose, de jóvenes que se muestran orgullosos de pertenecer a un pueblo en un país que se desmorona.
Winship es una documentalista atípica, combina el retrato directo con el paisaje y sin embargo huye de la mera crónica para abordar el reportaje de una manera poética y humanista, invitando a hacer un ejercicio de memoria y anhelos.
Viendo el trabajo de Vanessa Winship me pregunto la necesidad de fronteras en un mundo globalizado. Las fronteras que (des)dibuja Winship son una construcción humana que intenta constreñir en sus límites la identidad de los individuos y que, a la vez, cambia constantemente según los intereses de los gobernantes. La memoria y la historia de las gentes que retrata no está ligada a la tierra que ocupan ni al país al que pertenecen, sino que es intrínseca a su persona. Historias que nos identifican con sus protagonistas, independientemente de la distancia que haya de por medio, y pone de manifiesto que tenemos más cosas en común que las que nos separan.