MICHAEL ACKERMAN
Por David Tijero
Alumno del Curso Avanzado de Fotografia de Blackkamera
Michael Ackerman, nacido en Tel Aviv en 1967 llegó, como a él le gusta decir, obligado a la fotografía, disciplina en la que consiguió encontrar un refugio ante las dificultades de adaptación que sufrió al trasladarse a Nueva York junto con su familia a la edad de siete años.
Su irrupción en el mundo de la creación fotográfica llegó con un trabajo de presentación que lo encumbró directamente a autor de culto, «End Time City» (1999). Un poderoso relato visual producido en la ciudad india de Varanasi en el que se mostraba, mediante una colección de impactantes imágenes, una visión nada amable de la realidad que allí experimentó, muy alejada de ese exotismo plano y condescendiente que se tiene desde Occidente de esas latitudes. Fotografías en las que más allá de un muy definido estilo visual, que podría resumirse en imágenes de altos contrastes, siempre en blanco y negro, en diferentes formatos y tomadas en su mayoría en situaciones de escasa luz, dejaban entrever las obsesiones existenciales del artista y que parecían ser un grito contra lo absurdo del hecho mismo de estar vivo.
La obra de Ackerman, por tanto, no es sencilla de asimilar para el espectador poco entrenado. La sempiterna fuerza de cada una de sus fotografías, de una belleza cruda unas veces, de una quizás buscada fealdad otras, abunda en retratos que en ocasiones rozan la monstruosidad y que siempre siempre resultan desasosegantes pues parecen haber sido rescatadas de los miedos más primarios que habitan en el subconsciente. Buena prueba de ello fue su siguiente trabajo, «Fiction» (2001), trabajo en el que ahonda en su estilo de estética noir, esta vez con un regusto cinematográfico, presentando otra colección de imágenes, tomadas en un entorno urbano indeterminado y que parecen fotogramas de la más perturbadora de las pesadillas. Y es que en cada instantánea se puede palpar la angustia en los rostros desencajados de sus protagonistas, la desolación más absoluta de calles oscuras y vacías, la fragilidad y vulnerabilidad de la vida humana en siluetas deformes y retorcidas… todo un ejercicio de riesgo ese viaje a los límites de la cordura.
Tuvieron que pasar varios años hasta que volviera a presentar nuevo libro, «Half life» (2010), aclamado trabajo de estética similar al anterior en el que las filas de retratos, las fotos de las duchas, las vías y los trenes hacen una referencia clara a imágenes que permanecen en el subconsciente colectivo y que nos llevan al horror de los campos de exterminio nazi. Un libro en el que, por otra parte, se vuelve la cámara hacia la intimidad del propio autor pudiéndose ver autoretratos y escenas de la cotidianeidad de su familia, por lo que pudiera intuirse una especie de redención en su existencia, en el que las luces y las sombras hubieran alcanzado una especie de equilibro en la vida y la obra de su autor, si bien tampoco es escasa en este trabajo las escenas de la vida nocturna más sórdida de las calles más salvajes de Berlin, ciudad en la que vive en la actualidad.
Uno de los grandes creadores contemporáneos en suma, ya embarcado en nuevos proyectos que a buen seguro harán aumentar su legión de incondicionales por esa capacidad de transmitir en una sola imagen tantas otras sensaciones intangibles e invisibles a la simple visión de la realidad que nos rodea.