Entrevista del colaborador de Blackkamera, David Tijero Osorio.
Roberto Aguirrezabala construye su obra a partir de una profunda documentación de diversos hechos históricos e inspirado en el pensamiento político de las épocas que reinterpreta en sus imágenes y que más que una reconstrucción del pasado son una advertencia de los problemas no resueltos del tiempo que vivimos
¿Cómo te encuentras tras este año largo de pandemia en el que tantas cosas se han visto alteradas?
Intentando volver a la vida normal cuanto antes. No voy a quejarme personalmente porque veo que hay mucha gente que se está quedando atrás con esta crisis tan profunda, eso es terrible y muy injusto. En el ámbito cultural están cambiando muchas cosas que no me gustan. Algunas parece que han llegado para quedarse. Entre otras, la precariedad que ya lastrábamos, una actitud más conservadora en la mayoría de los ámbitos o algo tan particular de la pandemia, como evitar la presencialidad en pro de la comunicación a distancia, parece que se han asentado y creo que no son opciones válidas a futuro.Tu obra se inspira en hechos históricos y pensamiento del siglo XX, aparte de ello, ¿Tu estilo tiene algún referente directo dentro de la fotografía o hace ya tiempo que los has trascendido?
Mis referencias nunca las encuentro en la propia fotografía. Procuro que el contexto de la fotografía actual no me influya directamente. Disfruto enormemente viendo autoras y autores que trabajan con la imagen, pero planto una barrera con mi trabajo. De lo contrario estaría condenado a repetir determinados tics y quiero evitarlo. Prefiero buscar referentes en otros ámbitos, como la literatura, recientemente con Kafka, Kohout o Bulgákov… la filosofía, la música o el cine de Roy Andersson, Aleksandr Sokurov, Agnès Varda, Aki Kaurismaki o Godard, por ejemplo.
Una característica de tu trabajo es la gran producción previa que conllevan tus fotografías, se aprecia una intensa documentación previa, iluminación, ambientación, casting de modelos, maquillaje… ¿cuentas con algún equipo de asistentes para cada tarea?
En realidad, la mayor parte de mi trabajo transcurre en este periodo de preproducción de las sesiones de fotos. Le dedico entre tres y cuatro meses previos. Es un tiempo donde principalmente reflexiono sobre el papel, dibujando cada imagen que voy ideando, además compro los objetos y el vestuario que aparecerán en las tomas. A menudo adelanto fondos dibujados sobre lienzo, en otras ocasiones dibujo directamente en la pared del plató donde voy a fotografiar, ya que suelo reutilizar un mismo fondo que va evolucionando entre foto y foto. También contacto con todo el equipo de personas, tanto de actrices y actores como el personal técnico. Para las sesiones fotográficas me rodeo del equipo más pequeño posible. Siempre cuento con una maquilladora, eso es indispensable. El trabajo de maquillaje y peluquería es bastante sencillo, pero muy importante. Tiene que ser invisible, tiene que pasar desapercibido en la imagen. Por otro lado, dependiendo del proyecto, incorporo al equipo algunas personas para ayudarme en la construcción de los fondos y escenarios y a veces alguien para asistir en las propias sesiones de fotos. Todo según la producción con la que cuente y la dificultad de las imágenes.
Un estudio pausado de las imágenes que creas deja entrever multitud de información en ropa, carteles, objetos… Son fotos complejas que puede que el espectador no acabe de comprender en su totalidad sin alguna nota explicativa. Desde luego que tu discurso está muy alejado de la moda imperante de imágenes sencillas pensadas para conseguir visibilidad en redes sociales.
No me interesan nada las imágenes de consumo rápido. Creo que el arte debe ser una entrada a otros pensamientos, a propuestas que te aporten un conocimiento diferente, nuevo, personal. Es un magnífico medio para conocer la vida. El público debe tener la oportunidad de entrar en un discurso particular, que puede o no coincidir con sus intereses. Quizá esté alejado de su ámbito, pero siempre tiene necesariamente que sumar, aportarte algo.
“No me interesan nada las imágenes de consumo rápido. Creo que el arte debe ser una entrada a otros pensamientos, a propuestas que te aporten un conocimiento diferente, nuevo, personal. Es un magnífico medio para conocer la vida.”
Hace poco presentaste «Two Thousand Words», un fotolibro de fascinante diseño. Cuéntanos, por favor, qué podremos encontrar en el mismo.
Este año estoy trabajando con el proyecto Samizdat donde analizo las resistencias intelectuales europeas frente al comunismo, que surgieron dentro del Bloque del Este. Principalmente me he centrado en la antigua Checoslovaquia. «Samizdat» es una palabra que proviene del ruso y significa literalmente «autopublicado». Se trata de las publicaciones clandestinas que realizaron los intelectuales checos. Tras el manifiesto Carta 77, el gobierno prohibió publicar a todos sus firmantes. Esto les obligó, desde finales de los años 70 y en la década de los 80, a crear una red oculta de publicación y distribución de pensamiento libre escrito. Eran libros hechos a mano en casa de forma muy precaria pero con un enorme valor cultural. De hecho, estos libros samizdat salvaron la literatura checa.
Two Thousand Words surge dentro de este proyecto más amplio que es Samizdat. Es un libro con una edición muy limitada de veinte ejemplares más dos pruebas de artista. Está completamente hecho a mano, tanto el plegado como la encuadernación. Es una pieza completamente artesanal. Me interesa este modo de trabajar porque fusiono, en una misma obra, un desarrollo artesanal con un proceso intelectual.
Este fotolibro contiene el manifiesto original Dos Mil Palabras que Ludvík Vaculík publica en junio de 1968, simultáneamente en varios periódicos checos. Es un texto reivindicativo donde se pide dar un paso definitivo hacia la libertad que se ha ido ganando en Checoslovaquia. Pero en agosto de ese mismo año Rusia responde enviando los tanques a Praga. Este libro contiene una colección de doce fotografías que compro en un anticuario. Son imágenes tomadas a pie de calle por un aficionado en la capital checa donde se ve a la ciudadanía observando los tanques soviéticos. Todo parece calmado, pero en realidad supone el brusco final de un periodo aperturista que se inicia en enero, con la llegada al poder de Alexander Dubček. Two Thousand Words muestra esta escena como detenida en el tiempo. Las páginas, donde están impresas estas fotografías, tienen una técnica de plegado que permite extenderlas hasta seis veces su tamaño. Se convierten así en páginas de casi setenta centímetros de largo. Al desplegar las fotografías, el manifiesto de Vaculík queda oculto, censurado, se pierde completamente entre los tanques del ejército ruso.
“El formato libro me apasiona y poder buscar sus límites, ponerle a prueba, me motiva aún más.”
¿Intuyes hacia dónde te llevarán tus inquietudes en los próximos años? ¿Sientes de algún modo una evolución en tu trabajo, en temas o estética, o aún tienes un campo grande que transitar bajo los parámetros en los que te mueves en la actualidad?
Ahora mismo, entre los proyectos en los que estoy trabajando y los que tengo en búsqueda de producción, tengo para bastante tiempo. Claro que veo una evolución o cambios. Al menos eso espero, porque de lo contrario algo estaría haciendo mal. Con este libro Two Thousand Words y el proyecto Samizdat, que continuaré en los próximos meses, se ha abierto en mi proceso de trabajo nuevas líneas de investigación. El formato libro me apasiona y poder buscar sus límites, ponerle a prueba, me motiva aún más.
Como alguien que ha estudiado muchos de los principales acontecimientos históricos del pasado siglo, ¿ves, observando la actualidad, que de algún modo estamos condenados a repetir algunos de los errores de entonces o los retos a día de hoy son muy diferentes?
Sin duda, repetimos una y otra vez nuestros errores del pasado. Ahora mismo me asusta terriblemente el ascenso de la ultraderecha y el blanqueo que se está haciendo a su ideología. Es imperdonable que en estos momentos se den por aceptados estos discursos, que pensábamos ya obsoletos. Se están integrando en el debate político, cuando tendríamos que estar discutiendo de otras cuestiones de nuestro tiempo como el cambio climático, la igualdad y una economía más sostenible con un reparto más justo de la riqueza.
Esta entrevista la leerá mucha gente que estudia fotografía, ¿qué consejo les darías que te hubiera gustado escuchar cuando empezabas en este mundo?
No me gusta mucho dar consejos y menos de forma general sin conocer quién lo recibe. Pero algo que tengo claro, más que un consejo es una máxima que yo tengo siempre presente, es que lo que cuentes y cómo lo cuentes debe ser algo propio, no impostado, personal, pero no me refiero a que sea necesariamente vivencial. Si haces fotografía no busques solo en la fotografía, si haces cine no busques únicamente en el cine. Deja tu cámara a un lado, dibuja aunque no sepas dibujar. Puedes encontrar algo inesperado en un libro, en un viaje, en una noticia, en un poema, en una canción, en una conversación… Hagas lo que hagas permite que otras disciplinas entren a tu universo y aunque tu resultado sea la imagen, deja que el proceso se nutra de contextos ajenos, dispares e incluso opuestos. Esto hará que tu trabajo mejore, sea único, se abra y evolucione.