«No es suficiente tener talento, es necesario ser húngaro»
© Robert Capa / Magnum Photos
© Robert Capa / Magnum Photos
Playa de Golfe-Juan, Francia, 1948.
Un hombre mayor, sexagenario, sujeta una sombrilla sobre la figura de una jóven y esbelta mujer que camina sonriente, al fondo otro joven también sonríe divertido, no se sabe si por la escena o por otro motivo. Podemos pensar que se trata de una familia corriente en sus vacaciones veraniegas, y no andaremos muy desencaminados.
Solo un matiz, esta no es una familia corriente, se trata de Pablo Picasso, su sobrino y su compañera sentimental, y madre de dos de sus hijos, Françoise Gilot, 40 años más joven que el famoso pintor. Como tampoco el fotógrafo que recogió el momento es un desconocido, sino que hablamos de Robert Capa, curtido fotógrafo de guerra que, abandonando temporalmente las trincheras, se dedica a fotografiar a Picasso, y otros conocidos personajes de la época, para huir tal vez de la atrocidad y la muerte, y disfrutar de la vida. Vida que perdió tan solo 6 años después, en 1954, por la explosión de un artefacto mientras cubría, de nuevo, un conflicto bélico, esta vez la guerra de Indochina.
Lo que iba a ser un reportaje sobre el trabajo en cerámica de Picasso se convierte en un retrato de familia: imágenes, en ocasiones espontáneas, en otras, como ésta, aparentemente preparadas, todas ellas resaltan la personalidad del genio. Robert Capa nos muestra así el lado más humano del pintor, y lo hace con la misma destreza con la que nos sumerge en la crudeza de la guerra.