Entrevista realizada por David Tijero.
El escultor y artesano desvela en esta entrevista las inquietudes que definen su obra y cómo su paso por la escuela Blackkamera ha influido en la utilización que para la misma hace de la fotografía detallando qué ha querido plasmar en los trabajos que ha llevado durante el aciago 2020.
Explícanos brevemente quién es José Pablo Arriaga y a qué se dedica.
Soy, por así decirlo, una persona muy curiosa. Estoy muy interesado en lo que pasa en la sociedad y en plasmar lo que yo siento como persona acerca de todo ello a través del mueble o de la escultura y ahora también a través de la fotografía. Vengo de una generación de artesanos. Mi abuelo fue un artesano bastante reconocido en Euskadi quien hacía mueble de estilo tradicional vasco. Mi padre siguió la tradición haciendo arcones o cajas vascas, llamadas kutxak. Por ello, yo sentía la presión de seguir con la tradición familiar, teníamos una tienda de muebles y un taller que fundó mi abuelo y todo apuntaba a que yo tenía que seguir la tradición de construir arcones. Pero sucede que soy una persona muy inquieta y no quería seguir haciendo algo que ya se hacía hace 300 años. Tomé la base de lo que hacían aquellos artesanos, que era basarse en la simbología vasca, el lauburu, el eguzkilore, el sol, la media luna, los elementos vegetales… yo tomé la esencia de todo aquello que viene a ser creer en la madre naturaleza, tiempo antes de que llegara el cristianismo, y todo eso en lo que creían lo reflejaban a través de la talla. A partir de esa esencia, en creer en un equilibrio entre el hombre y la naturaleza, en el respeto a las personas, en la transparencia, en la honestidad, en ser sincero a la hora de plasmar lo que uno verdaderamente cree, es como trabajo yo. Tras formarme como diseñador y escultor, intentando expresar todo eso en lo que yo creo y a partir de esa simbología del arcón es como desarrollo mi trabajo, bien en la escultura, bien el mueble.
Ihes Balbula © Jose Pablo Arriaga
¿Dedicarte a la creación artística fue una vocación temprana, fue más bien un proceso paulatino o hubo algún episodio en tu vida que hizo que te decidieras por embarcarte de lleno en la aventura de la creación?
Como he dicho antes, vengo de una generación de artesanos del mueble y siempre he estado conectado al olor de la madera, del aguarrás, etcétera, al tener el taller situado debajo de mi vivienda. Desde muy niño ya creaba mis elementos y, como anécdota, decir que, de muy niño, me construí las peonzas más caras de Euskadi. Empecé a cortar las patas torneadas que tenía mi padre guardadas, les puse un clavo y me construí unas peonzas, las más caras y a su vez las que más disgusto causó a mi padre por romper unas patas del siglo XV valoradas en mucho dinero. Tras formarme en Barakaldo en Diseño de Muebles, fui a Escocia, donde residí durante cuatro años en Edimburgo formándome como diseñador de mueble y escultor. Tras un breve paso por Barcelona, volví a Markina y renové el taller de mi abuelo, comprando toda la maquinaria. Otro momento clave en fue en el año 2000, cuando decidí hacer una travesía en piragua de Londres a Lekeitio, 43 días navegando yo solo en una piragua y lo hice buscando el equilibrio entre el hombre y la naturaleza que es el hilo conductor en casi toda mi obra. En 2004 junto con unos amigos, construí un velero y, buscando de nuevo ese equilibrio entre las personas y la naturaleza, decidí que quería hacer un master de experiencias, a modo de esponja que fuera a absorber todo tipo de experiencias y sensaciones. Saliendo también de Lekeitio, intenté bordear toda la costa africana, aunque naufragué en la costa de Senegal. Decidí seguir aquel viaje caminando durante varios meses, caminando a través de montes, yendo también en transporte público, hasta llegar a Sudáfrica. Fue una experiencia plena en la que conseguí graduarme mentalmente como escultor y desde entonces, a modo de esponja, sigo soltando poco a poco todo lo que durante aquellas vivencias experimenté y plasmándolo en mis obras artísticas.
¿De dónde surge la inspiración para llevar a cabo tus obras? ¿Surge de una pulsión interna que te empuja a dar forma en el mundo real a ese sentimiento inmaterial o es más influencia o fruto del efecto de lo que te rodea?
La base viene de lo que es el arcón, el intentar crear desde esa simbología de la relación con la naturaleza. El crítico de arte Masimiliano Tonelli me definió como un retratista de época que está de continuo, explicando o intentado describir la actualidad, como por ejemplo ahora en tiempo de pandemia, el sufrimiento de lo que hemos podido padecer o como en su día conté durante la crisis de refugiados u otras problemáticas sociales. Voy contando mis vivencias y lo que siento como persona. Es una pulsión interna que necesito soltar.
Biok © Jose Pablo Arriaga
Fuiste alumno en Blackkamera en el Curso de Perspectivas Personales impartido por Ixone Sádaba ¿Cómo fue aquella experiencia? ¿La fotografía es un complemento a tu obra escultórica o más bien una mera herramienta para documentar la misma?
La etapa con Ixone me ha ayudado muchísimo. Utilizaba la fotografía para documentar de dónde vienen mis influencias, también para fotografiar mi obra y plasmar como archivo de lo que estaba haciendo más que buscando el elemento artístico. El curso que realicé sabía que me iba a ayudar, no sabía cómo, pero sabía que lo haría. En el mismo me he sentido muy a gusto porque han dejado que siga siendo yo y con lo aprendido, lo que siento yo como fotografía, lo plasmo en esa tercera dimensión que es lo que también busco con la escultura. Es una fusión entre esa fotografía de archivo y la escultura. Fruto de esta fusión he sacado dos obras, “Ohialezko teilatua” (Tejado de tela) fotografía impresa sobre lona e “Itokina” (Gotera). Para esta última he hecho impresión fotográfica en metacrilato o policarbonato y trata sobre esas pantallas que últimamente tenemos en todas partes para mantener la distancia social por el tema de la pandemia y que no nos está dejando tener contacto. He manipulado el material con calor, le quito la rigidez de ese elemento que es lo que nos separa y lo he amoldado con las dimensiones y las curvaturas que yo suelo hacer.
Publicas en estos días el libro «Gure aterpea«, ¿Qué podemos encontrar en el mismo?
El libro creo que está marcando una etapa en mi trayectoria y por eso creo que es importante. Es un proyecto en el que en un principio no quise hacer un libro pero que acabó convirtiéndose en uno y refleja un poco lo aprendido en Blackkamera con Ixone. En principio son una serie de esculturas que he querido meter dentro de un espacio, como si fuese un refugio, un hotel, un albergue donde cada una de esas esculturas que tienen un peso simbólico social y es en ese refugio donde van a descargar todas esas emociones. Por eso lo he llamado “Gure aterpea” (Nuestro refugio), el lugar donde vacías tu mochila para poder continuar el viaje. En parte del trabajo abordo la fusión entre escultura y fotografía. Mientras me dediqué a crearlo, preferí no compartir el proceso con nadie porque tenía miedo a algo que suele suceder a menudo, que el resultado final no es igual al que habría salido en caso de haberlo hecho solo. Cuantas menos opiniones pidas, quizás tendrá más fallos, pero el trabajo va a ser más tuyo.
Y una vez hecho ya el libro, entonces me gusta escuchar las críticas de lo que he hecho mal para tenerlo en cuenta la próxima vez. Creo que has de basarte en tu instinto más en lo que la gente pueda opinar.
Sustraia © Jose Pablo Arriaga
Para alguien acostumbrado al contacto con la materia y a trabajar la misma, ¿cómo has vivido esta virtualización de buena parte de la cotidianeidad a causa de las restricciones derivadas de la pandemia que vivimos en la actualidad?
Este tiempo me ha inspirado mucho y me ha dado ganas de trabajar. En ese sentido he sido afortunado porque he podido seguir trabajando. He podido plasmar durante este tiempo las obras que he comentado anteriormente, “Ohialezko teilatua” e “Itokina”. El año empezó mal, pero en este aspecto ha acabado bien. Pero lo más bonito de todo es que la pandemia me ha ayudado a traer un niño al mundo. Han sido cosas del confinamiento.